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19/01/2018: Conversando con Gladys Rizzo - Capítulo 2: Una mujer en IBM

Gladys Rizzo (1964)

El 20 de febrero de 1961 , Gladys comenzó el curso en IBM. El primer día, cuando llegó al aula del Centro Educativo, encontró que era la segunda persona en llegar. Ahí, sentado y leyendo, estaba Alejandro Pacecca y entonces arrancó una amistad que, luego, junto a su mujer Beatriz, continuó hasta el presente. 

Alejandro Pacecca, 1962 y 2016 





Curiosamente, ambos era recién egresados de Exactas, ella Matemática, él Físico, pero nunca se habían cruzado en la facultad.

El curso duró nueve meses y luego empezó el trabajo real. 
En la primera reunión de trabajo me vi rodeada de hombres, muchos de ellos nunca habían compartido una reunión con mujeres. En las discusiones olvidaban que yo estaba presente y decían palabrotas (recordar que esto sucedía en 1961) e inmediatamente se volvían hacia mí y me pedían disculpas. Pensé que los hacía sentir incómodos, entonces les dije que no se preocuparan porque yo tenía filtros en mis oídos y escuchaba sólo lo que yo quería. Así, les di permiso para hablar libremente
IBM 1401
En la carrera de Gladys el tema de ser única mujer en IBM Argentina y en toda Latinoamérica fue motivo permanente para ella de situaciones sin precedentes, donde muchas veces las actitudes de los hombres, más allá de la buena voluntad que algunos pusieran, eran para ella muestras de la fuerte discriminación por género que era absolutamente predominante en la época. Veamos algunos de los comentarios de ella misma al respecto.
Cuando íbamos a almorzar o a tomar un café querían invitarme, pero, yo siempre me negué y pagaba la parte que me correspondía.
Hice todo lo que creí necesario para que me consideraran una más, sin embargo, no pude evitar que en los actos de IBM, me separaran de mis compañeros y me llevaran hasta la primera fila donde estaba la plana mayor.  
Tampoco pude evitar que algún gerente antiguo me señalara diciéndole a algún posible cliente: Esa es la profesional (mujer) que incorporamos. 
En una oportunidad un gerente de IBM, nacido en Mar del Plata, dijo de mí con admiración, que "tenía más h....s que un hombre". Esa admiración era discriminatoria porque me admiraba por ser como un hombre, no por lo que era. 
La discriminación no consciente era la más difícil de combatir.  Contra la discriminación declarada se podía luchar pero era muy difícil luchar contra la discriminación subconsciente de los profesionales jóvenes que discriminaban sin darse cuenta que lo hacían. Por ejemplo, era un comentario común cuando hablábamos de sueldos que alguno dijera: "Gladys, vos no te podés quejar, si eres la mujer en relación de dependencia que más gana en la Argentina". 
“La mujer” era discriminatorio pero no se daban cuenta. Reconocían mi trabajo, me evaluaban bien, recibía buenos aumentos de sueldo, pero, cuando tenían que elegir a uno de nosotros para un cargo gerencial yo no existía. Necesité mucho trabajo y años para cambiar esta situación. Tuve que comenzar haciéndoles notar que discriminaban.
Con los años comenzaron a entrar mujeres en IBM Argentina. Ella recuerda en especial la ocasión en que comenzó uno de los cursos profesionales con la novedad de tener varias chicas jóvenes que iniciaban su carrera. Ellas en general querían el tratamiento típico, que las dejaran pasar primero, que las invitaran con el café, etc. 
–Se dio un curso de presentación de una máquina y en el escenario, el gerente a cargo arrancó con una referencia a "las mujeres que adornan este...". Yo me puse furiosa, me cambió la cara. Después me enteré que eran las chicas las que lo habían pedido. Así que les dije: "¿No se dan cuenta de que así no pueden luchar después por la igualdad?". También supe lo que dijo después el gerente: "¡Yo sabía! ¡Sabía que a Gladys no le iba a gustar!".
IBM 650
Volviendo a su carrera, de 1962 a 1964 Gladys era Ingeniero de sistemas [así aparece en su currículo] en el Departamento de Aplicaciones Científicas, colaborando en estudios realizados en INTA, Instituto Geográfico Militar, Instituto de Reaseguros y en empresas privadas (Sistemas IBM 650, IBM 1620 e IBM 1401). Colaboraba además como instructor en cursos: Assembler 1401, Fortran 1620, Aplicaciones de estadística.
Un día de 1964, mi padre tuvo su primer infarto. Cuando él estaba todavía haciendo reposo, en la empresa  me ofrecieron ir a trabajar un año y medio al Laboratorio de IBM en Endicott , New York. No acepté enseguida pensando en la enfermedad de mi padre y pedí unos días para consultar con su médico. 
Lo consulté al Dr. Peco. El doctor me dijo que era una picardía perder esa oportunidad. Me sugirió que le dijera a papá que me habían propuesto para el trabajo junto a otros dos, para luego seleccionar a uno de los tres. Una semana después el vendría y lo evaluaría. Así lo hice.
Se lo veía preocupado. Cuando llegó el día, el médico lo revisó, se sentó junto a él y le dijo: "Don Luis, a su hija…". Papá me miró con alegría y me dijo: "Te eligieron a vos…". Así acepté el ofrecimiento. 
O sea que casi no vas, todo dependía de la reacción de tu padre. 
–Ante la enfermedad de mi padre dudé. No me gustaba rechazar una oferta que me hacía la empresa (pensaba en la discriminación) pero necesitaba una cierta seguridad de que mi padre estuviese bien. 
Entiendo.
El 25 de enero de 1965, viajé a New York en un Boeing 707 y desde
Old picture of IBM Endicott
allí a Endicott. Viajé junto a un compañero, Héctor Coppola. Para los dos era nuestro primer viaje en avión. Habíamos sido elegidos para colaborar en la preparación del software para la nueva computadora IBM 360 que se instalaría con tres sistemas operativos distintos: TOS, DOS y OS. 
¿Por qué razones fueron elegidos ustedes dos?
Motivos posibles: nuestro trabajo anterior, que fuéramos solteros... Este último motivo es muy probable porque ahorraban mucho dinero no costeando el viaje y estadía de una familia. En mi caso pudo influir que yo fuera molesta. Los tenía locos con eso de la igualdad. 
Horacio Terrizzano en Linkedin
En Endicott ya estaba desde hacía un año Horacio Terrizzano, con su familia, a quien apenas conocía. Cuando llegamos nos recibieron nuestros respectivos gerentes, que nos llevaron hasta el hotel que IBM nos había reservado. Allí nos estaban esperando Horacio con su mujer, Ileana, y un compañero belga, Raymond Lorie. Con ellos formamos, durante nuestra estadía, la familia más cercana. Éramos en total 80 profesionales llegados de todo el mundo.
Con Horacio Terrizzano e Ileana trabó una amistad para siempre. Incluso se convirtió en madrina del hijo de ellos, Francisco, nacido poco después del regreso de Horacio e Ileana a Buenos Aires. 

Cuando Gladys volvió de Endicott encontró a su padre muy cambiado. 
–No se podía hablar seriamente con él, era como si nada le interesara. Después de su muerte, que ocurrió en 1968, a sus 64 años, supe porqué. Una vecina que nos dio el pésame nos dijo que un día se había encontrado con él y cuando le habló de su enfermedad, papá  le aconsejó cuidarse y que hiciese como él, que por consejo médico, no leía ni veía por TV noticias tristes que pudieran preocuparlo.  
Y en seguida me larga la frase, inesperada:
A mí el médico me prohibió ver los partidos de Independiente y de la selección.
Todos y cada uno somos una
Caja de Pandora 
No hay caso. Todos y cada uno de nosotros somos una Caja de Pandora. Pero vuelvo al tema de la carrera antes de incursionar en eso que llamo la otra cara de la luna del personaje que entrevisto.
Gladys: debés tener montones de trabajos interesantes y anécodotas de los mismos, contame algunos.
Me enorgullecen en especial dos trabajos: 
el del Instituto de Bienestar Social y el salvataje de la instalación de Acindar.  
Contame primero el de Acindar. Veo en tu currículum que fuiste Ingeniero de Sistemas en la Sucursal Producción de 1966 a 1968, o sea en seguida de volver de Endicott.
–Acíndar era una instalación donde el Gerente de Sistemas, el Gerente de Operaciones y un Asesor eran ex-IBMs. Habían hecho un desastre y el Sr. Jorge Acevedo quería devolver el Sistema. Decía que las computadoras no eran para Acindar. El Gerente de Sistemas se quejaba porque decía que yo les daba órdenes a sus empleados y les decía que no me hicieran caso. Era un caos. 
En una reunión en IBM, les presenté a mis gerentes mi opinión sobre la situación y cual creía podía ser la solución. La aceptaron y Julio Viau habló con Acevedo y combinaron una fecha para que yo le presentara un plan de trabajo.
Trabajé hasta muy tarde preparando los charts. Volví a casa a medianoche con la intención de descansar unas horas y volver temprano para la reunión. Pero una tía enferma que vivía con nosotros no estaba bien esa noche y no pudimos dormir.Tuve que salir al día siguiente sin haber descansado.
Fuimos con Julio Viau, Norberto Lopardo y Eduardo Steinman. Ellos nunca se enteraron de mis problemas de esa noche.
La presentación salió muy bien.  El Sr. Acevedo aceptó nuestra propuesta. Me asignaron tres  ingenieros de sistemas para cubrir las áreas de Análisis, Programación y Operaciones. Trabajamos todo el año y mantuvimos el cliente. Un día encuentro en la oficina a  Corrado Estol que estaba haciendo una auditoría y me felicitó. Julio Viau le había dicho que no me podía sacar de Acindar porque de mí dependía que Acindar no devolviera el sistema.  
–¡Gran victoria!, ¡felicitaciones! 
–Sin embargo, recuerdo la instalación de Acindar con la satisfacción del trabajo bien hecho y la tristeza por lo que ocurrió después. A fin de año, cuando se anunciaron los premios, el premio se lo adjudicaron a mi jefe por haber puesto sus ingenieros a resolver el problema. A mí ni siquiera me mencionaron.  
¡Otra vez la discriminación a la mujer! 
Esa vez no me quejé porque toda la gente involucrada eran personas que yo apreciaba y aprecio todavía. Pero me dolió mucho y todavía me duele.Seguía la discriminación. 
Me daban premios, me daban viajes, me daban sueldos, ganaba más que algunos compañeros, me evaluaban muy bien, pero cuando había algún ascenso o una cosa así, yo desaparecía. 
Pasaste a ser Ingeniero de Sistemas de la Sucursal Gobierno en 1969. Me muero de intriga por conocer tu actuación en Bienestar Social.
José Luis Mendiburu
–Bueno, allí empecé con el pie izquierdo y terminé siendo uno de los dos ingenieros de sistemas que más apreciaba el Ingeniero Mendiburu (tal vez los únicos): el otro era Horacio Terrizzano. 
Me fascinan las historias del CUPED. Ya han aparecido unas cuantas en nuestro Blog. ¿Cómo fue la tuya?
Mendiburu los volvía locos a todos. Para mí IBM le hacía demasiado caso, por miedo de perder la instalación más grande. Si se le ocurría pedir los manuales de los internals, esos confidenciales y prohibidos, puede que alguna vez se haya salido con la suya. Así como era Mendiburu, todos los que estaban debajo de él se copiaban. 
Cuando me mandan a mí lo hacen sabiendo que estaba por viajar a Estados Unidos a estudiar el OS para instalarlo ahí. Pero el Jefe de Análisis y Programación quería ir. No lo podíamos convencer de que IBM no podía mandar a gente externa, debía mandar a Ingenieros de Sistemas, en este caso uno de los dos que iríamos era yo. A raíz de eso me tomó rabia, no me quería. 
Se quejó de mí a Mendiburu, quien le pasó el mensaje a Savanti. Que yo era mandona, que tenía mal carácter. Terrizzano, que era muy respetado por Mendiburu, uno de los muy pocos, estaba presente y le contestó: "Mire, yo soy muy amigo, soy compadre de Gladys, ella no tiene ese carácter". 
Savanti vino a verme a mi escritorio: "Gladys, por favor, tratalo bien". Cuando los dos ingenieros de sistemas volvimos de Estados Unidos, el curso de OS en Bienestar Social se lo asignaron para dictar a mi colega, no a mí. 
El Gerente de Ingeniería de Sistemas de la Sucursal Gobierno, Bidegain, iba todos los días a controlar que todo funcionara bien. Daba su reporte diario al gerente de la sucursal y a Savanti, todos con miedo de cuál sería el resultado y qué opinaría Mendiburu. 
No le fue nada bien a mi colega. Todos lo criticaban. Lo convencieron a Mendiburu que era un pésimo curso. "No se preocupen", les dije yo a Bidegain, a su gerente y a Savanti, "mañana el curso lo tomo yo". 
Para lo cual, partí de la base que para gente entre los que estaba un Matemático egresado de Exactas, además del Jefe que quería saber de los internals de la máquina, tenía que dar algo distinto. Entonces agarré los manuales de internals y les dí una clase que quizás no les sirvió para mucho pero con la que quedaron absolutamente encantados. 
A la tarde llegó el informe de Bidegain: "Están todos maravillados, todos hablan muy bien de Gladys, Mendiburu ahora acepta que sea la ingeniera de sistemas de la cuenta". 
Tan bien me fue con Bienestar Social, que cuando tuve que salir de la cuenta por nuevas responsabilidades que me habían dado, Mendiburu no quería. Tuvo que ir Savanti para lograrlo. 
¡Otra gran victoria! ¡Nada menos que con Mendiburu! 
–A raíz de mi éxito con Mendiburu, por fin un premio, me dijeron que estaría en la lista de los que viajarían a Europa, en 1969. ¿Te acordás aquel viaje que hicimos? 
¡Sí, fabuloso! –contesto, sorprendido de que recuerde que yo también fui uno de los que estaba en ese viaje inolvidable. Viaje al que iban los Representantes de Ventas que habían cumplido la cuota del año y los Ingenieros de Sistemas de mejor actuación. 
Pero en mi evaluación, como siempre, me volví a quejar del tema discriminación, y le dije a mi gerente. “Bueno, si no me discriminan, ¿por qué no me ponen de Representante de Ventas?”. Se les iluminó la cabeza y pretendieron darme el gusto: me nombraron Representante Especial de Consultores. Lo cual no era ser Representante de Ventas pero sonaba parecido. Entonces me dijeron, “Bueno, Gladys, ahora que sos Representante vamos a enviar a otro al viaje…”. "¡Ah, no, entonces me voy! El viaje era un premio a lo que hice. Este nombramiento es para demostrar que no me discriminan, no tiene nada que ver una cosa con la otra". Así que terminé con las dos cosas, Representante de Consultores y viaje a Europa de premio.
–¡Bravo, Gladys! ¿Cómo era tu trabajo en Consultores? 
En Consultores me fue muy bien. Los visitaba, los ayudaba. 
Eras una asesora, no una vendedora. 
Sí, por supuesto, lo de Representante Especial era un título como para decir que no me discriminaban. 
Pero al año siguiente, en 1970, me nombraron realmente Representante de Ventas. Entonces tuve varios problemas. Por empezar, en una cuenta que me dieron tenían que reemplazar el sistema de liquidación de sueldos por uno nuevo y no habían preparado backup. Dos días después de hacerme cargo de la cuenta , instalaron el sistema y falló. Te imaginas el baile. Tuvimos que lucharla con el ingeniero de sistemas para poner las cosas en orden. Imposible vender nada en esa situación. 
En otra cuenta habían vendido mucho el año anterior, no quedaba casi nada para vender. 
Pero el problema principal es que a mí no me gustaba Ventas. Lo había pedido para ver si eran capaces de dármelo. 
Cuando llegaba a fin de año, mi gerente, Norberto Lopardo, y el gerente de él, Julio Viau, me volvían loca para que cerrara una venta importante en uno de mis clientes. La necesitaban para hacer la cuota objetivo del año. Pero ya en diciembre dejaron de perseguirme. Para sorpresa de muchos, conseguí la venta a fines de mes y era obvio que, más allá de las felicitaciones que me dieron, no se los veía muy felices. Pasaba que ya habían cumplido con la cuota del año y contaban con que lo que yo no había vendido ayudaría para cumplir la cuota del año siguiente. 
En resumen, todo bastante mal en mi primer y único año como Representante de Ventas en serio. Salí de Ventas, fue lo mejor que me podía haber pasado, había sido error mío pedirlo, lo asumo, todo es experiencia. De nuevo fui feliz, porque volvía a hacer el trabajo que me gustaba.
Continúa en Capítulo 3

1 comentario:

  1. Tremenda personalidad era imposible de contener... Vale una Misa este reportaje.

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